La nieve cae a mí alrededor sin piedad, obligándome a
avanzar con la cabeza gacha para evitar que mis ojos se llenen de copos y
entorpezcan mi visión. Con el gorro calado hasta las orejas y la bufanda
enrollada en mi cuello cual serpiente pitón, ando torpemente sobre la extensa
capa de nieve que recubre todo el paisaje. Noto cómo mis pies se hunden a cada
paso que doy, sintiendo los calcetines mojados. El castañeteo de mis dientes
parece una tonalidad musical.
—No había
otro sitio para hacerla, joder —murmuro para mí, encarando una pendiente donde,
supuestamente, encontraré mí destino.
Recuerdo
las risas del dependiente de aquella tienda cuando le pregunté acerca de la
cabaña donde estaba citado. Primero me miró con cara de burla, escrutándome
detenidamente por si le estaba gastando una broma. Cuando se dio cuenta de que
iba en serio, su rostro mutó en un gesto de condescendencia.
—Es una
locura ir allí con este tiempo. Está en el culo del mundo —el dependiente se
hurgó con el dedo entre los dientes.
—Voy en busca de Alejandro Castroguer,
escritor que acaba hace unos días de recibir un premio de literatura. El premio
Jaén 2015 por su última novela Glenn. ¿Le suena?
— ¡Y a
quién no! Me tuvo enganchado durante semanas a dos de sus novelas La Guerra de la doble muerte y
El último refugio GDMII Me dejó el
cuerpo temblando. ¿Va a estar con él?
—Sí,
trabajo en una revista y tengo la fortuna de entrevistarlo. Yo me leí El
Manantial. Si no lo has leído no lo dudes. Es una novela brillante con mucha fuerza
y narrada tan visceralmente que no te dejará indiferente.
—Lo tengo
en mente desde hace tiempo, pero aquí no sobra el tiempo libre solo tienes que
ver como tengo la tienda. Pero sin duda tengo que buscar un ratito, creo que es
uno de los escritores españoles más cultivados de hoy en día. Me flipa su
prosa, tan elegante y tan diferente. Esa forma que tiene de mezclar recursos
literarios y de entrelazar la cultura del cine, de la música o de la literatura
en sus obras es fantástica.
Si por
ambos fuera, nos hubiéramos quedado hablando sin parar sobre aquel prolífico
autor, pero me recordé que mi destino era, precisamente, encontrarme con él. De
modo educado, me despedí de aquel tipo y continué mi marcha por el inhóspito
paisaje.
Trepando
los últimos metros, jadeando, compruebo con alegría la cabaña de madera a lo
lejos, rodeada de enormes árboles de copas níveas, de las que se desprenden
montoncitos de nieve con cada ráfaga de viento.
Me acerco
con prisas, deseando ser acogido por el calor de la chimenea, sorbiendo una
humeante taza de café junto a él, mientras responde a las preguntas que con
tanto esmero han sido elaboradas.
Llamo a la
puerta e, instantes después, Alejandro está al otro lado del umbral con una
cálida sonrisa ofreciéndome una taza de café. Todo el frío se disipa al
instante, y no solo por el calor del interior, sino por estar junto a este gran
escritor cuyo talento solo puede igualarse a lo gran persona que es.
Desde hoy seré Castrogueriano.
– Dices que en el transcurso de
tu carrera literaria te deshiciste de varios manuscritos por auto exigencia.
¿Cómo es eso? ¿Por qué no modificar dichas obras y darles una oportunidad?
Prefiero
construir antes que restaurar, máxime cuando se trataba de edificios ruinosos,
aquejados de la aluminosis de la inexperiencia. Aquellos esfuerzos literarios me
sirvieron para crecer en silencio, casi en la clandestinidad, como arquitecto de
novelas, y no tienen más valor que ése, lo que no es poco, por otra parte.
– Ciencia ficción, terror. Esos
son los dos géneros por los que te has movido. ¿Qué te hace ahora cambiar
completamente de registro? ¿Nuevos retos o alejarte de una temática que ya no
te divierte?
Durante
años escribí novelas realistas, una histórica y hasta alguna novela negra. Así
que publicar “Glenn” es, de alguna manera, volver a mis orígenes después de apostar
por el díptico de la Doble Muerte y El Manantial. No hay más terror que el que
se puede conocer en esta maldita realidad que nos asfixia, ni futuro más
próximo que el de mañana por la mañana, alentador para quienes tienen trabajo,
deprimente para quienes carecen de futuro. Así pues, “Glenn” es la reafirmación
del escritor que fui, soy y seré, ya sea transitando novelas de género o
novelas de autor.
– Hoy en día, la mayoría de
personas acaban decepcionadas con las adaptaciones de libros al mundo
cinematográfico. Con esa premisa, ¿hasta qué punto te gustaría ver una creación
tuya llevada a la gran pantalla?
No es
algo con lo que sueñe. Me importa más crecer como escritor y alcanzar las metas
que me impongo, que la carambola de ver “Glenn” en la gran pantalla. Lo del
cine es como la lotería: si te toca, cojonudo, pero no has de pensar en ello. Además,
quién sabe, un éxito de tal calibre te puede llegar a convertir en un estúpido
millonario cegado por las marcas de sus chaquetas y la de sus coches. Y ése no
soy yo.
– En el libro “El manantial”,
dejas un final abierto para que cada uno interprete a qué hace alusión el
título. ¿Por qué ese mensaje subliminal para jugar con las mentes de los
lectores? Y, ya que estamos, ¿qué es el manantial?
Como
escritor soy de los que ordenan todo el puzle de una novela antes de escribir
una sola línea. Todo tiene que estar en su sitio y, perfectamente, medido. Nada
ha de desentonar. Otra cosa es que luego, a la hora de escribir, hurte un par
de piezas a ese puzle para que las complete, a su antojo, el lector. Soy de los
que sostienen que el lector es tan inteligente como el novelista, y a ese tipo
de lector es para el que escribo.
– Blogs, Facebook, Twitter...
Vivimos en una época en que las redes sociales están en su máximo apogeo,
propiciando con ello una mejor propaganda de todo. Eso es beneficioso por una
parte pero, ¿no tiene un lado negativo ante posibles spoilers u opiniones
dañinas? ¿Hasta qué punto debemos dejar o querer que la información fluya sin
control?
Claro
que se cometen muchos atropellos en internet, y que hay mucha información que
se maneja de forma torticera y convenida. Pero son los tiempos que nos toca
vivir. En la parte positiva tenemos el milagro de poder hablar con un lector en
la otra esquina del planeta en tiempo real y saber de sus dudas u opiniones
respecto de tu obra.
– ¿A qué tiene miedo Alejandro
Castroguer?
A la
pérdida de los seres queridos. Y también a la sacrosanta inutilidad de la
agonía, para lo cual es primordial que se legalice, de una puñetera vez, la
eutanasia.
– ¿Cuál es fu fantasía oscura?
¿Valdría
cenar con Jean Seberg? No sé si es muy oscura o inconfesable, pero es la que me
ha venido a la cabeza en este instante. Seguro que luego se me ocurre alguna
más viscosa y salvaje.
– En tu obra nos introduces en
el mundo de la música de una forma u otra. ¿Qué banda sonora tendría tus obras?
Evanescence,
Metallica, Sangre Azul, Cyndi Lauper y otros muchos grupos, amén de algunas
músicas clásicas, para el díptico de “La Guerra de la Doble Muerte” y “El
último refugio”.
En “El
Manantial” la banda sonora viene dada por el propio decurso de la novela: qué
mejor canción para hablar de Abel y Verona que ese “The End” de The Doors, que
ellos mismos cantan. Escribí buena parte dicha obra oyéndola, pues le va como
anillo al dedo a algunas de las escenas.
Y en
“Glenn”, obviamente, la música se ajusta al propio repertorio del pianista
canadiense. Hay algo de Bach, de Brahms, de Wagner… E lector más curioso e
inquieto podrá encontrar una selección de las piezas que aparecen en mi última
novela en este enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=Xmd_b4KNlpU
–¿Cómo plantea una novela antes
de introducirse en el mundo mágico de crear?
Como
dije con anterioridad, ordeno el puzle, al completo. Capítulo a capítulo,
personaje a personaje. Todo está medido y controlado. En mi tiránico mundo
creativo, mis personajes no obran a su antojo, ni se mueven por ese azar
inherente al instante en que uno escribe; mis personajes son músicos de una
gran orquesta que entran y salen obedeciendo la batuta del director.
– ¿De quién ha bebido y de quién
bebe para escribir con este lenguaje tan elegante y poético?
Soy de
los que leen poesía antes de escribir, por prescripción médica de uno de mis
doctores literarios, Ray Bradbury. Pero también frecuento a otros grandes
sanadores de la literatura, Julio Cortázar, Italo Calvino, Ángel González,
Henry Miller, Antonio Muñoz Molina, Virginia Woolf, Alessandro Baricco, , Mario
Benedetti, John Steinbeck, John Cheever, y un largo etcétera. Autores que
cuidan el lenguaje con mimo de orfebres o joyeros.
– Ha dibujado en la novela ganadora un personaje
antagónico con zonas oscuras y
espléndida ¿porqué fue elegido Glenn?
¿Qué supone ganar con la novela
Glenn el Premio Literario Jaén 2015?
Ganar
el Premio Jaén de Novela lo es todo para un autor como yo que, atentamente, ha
seguido el devenir del citado premio desde que empezase a escribir allá por
1989, con más desatinos que aciertos, dicho sea de paso. Ha llovido mucho desde
entonces, pero la ilusión es la misma. Un triunfo de esta magnitud significa
dar un vuelco definitivo a mi carrera, la constatación de que acerté a elegir a
un personaje real, Glenn Gould, como protagonista de mi nueva aventura
narrativa.
Glenn
fue un hombre único, intransferible y único como artista, desorientado como
persona. De alguna manera, sus miedos son los míos, sus inseguridades son las
mías; obviando su hipocondría y algunas de sus excentricidades, Glenn soy yo.
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